Tras mes y medio de arduo trabajo bajo el sol, la ZAL se abre al barrio y a la ciudad con el inicio del carnaval platense.
La gran peña carnavalera comenzó a las cuatro de la tarde y se extendió hasta la medianoche. Pasaron por el espacio alrededor de 200 personas y con ellas la buena onda impregnó todo el terreno completando así la «limpieza» del lugar y el toque final para que estuviera realmente lindo.
Lo mejorcito de la escena musical de todos los palos pasó ese día por la ZAL a hacernos flayiar. Les amigues de La Minga atrajeron a la vecindad a golpe de repique, cuadra por cuadra dándole al piano frente a la puerta de cada casa, una auténtica llamada de Candombe.
Con el llamado las multitudes se agolparon en la calle y se formó la guerra de agua de la que nadie salió sin mojarse. Pasillo adentro, más allá del arco de entrada, artistas del barrio y más amigues seguían entonando el día carnavalero, la murga Atrapando Sueños, Santi y su guitarra, el grupo de hip-hop Raspando la olla con sus copadas letras…
El barrio se hizo presente también en la barra con la birra artesanal Anda la Osa, aunque para acompañarla estuvo siempre activa la parrilla a cargo improvisadamente de amigues venides del salvaje oeste, El Bosquesito de Hernández. No menos improvisado fue el momento Circo al Fondo con su número de trapecio y las actuaciones estelares de niñes de la primera generación de circo de Altos de San Lorenzo.
Y del piano del candombe que inició la jornada, al piano de la salsa que cerró el día con el mejor sabor, Juansi Natra y los Rolling Son que hicieron levantarse hasta las señoras sentadas en sillas de playa al lado de sus equipos de mate. La «cumbiamba» se formó, la gente bailaba sola, en grupo, agarrada, rotando.
Llegó la medianoche, se paró la música, la gente exhausta y sonriente regresó a sus casas y la ZAL quedó vacía pero latiendo, latiendo más que nunca.